De palacios y misterios: explorando el legado vivo del Club del Progreso en CABA

Ubicado en la bulliciosa calle Sarmiento 1334, el Club del Progreso representa un testimonio vivo de la rica historia arquitectónica y cultural de Buenos Aires. Fundado en 1852 por Diego de Alvear y otros 56 destacados vecinos, el club ha sido testigo y protagonista de los momentos más importantes de la Argentina del siglo XIX y XX. Inicialmente establecido en la casa de Perú 135, el Club del Progreso se trasladó en 1867 al majestuoso Palacio Muñoa, un edificio italianizante en Hipólito Yrigoyen y Perú. Este nuevo hogar se convirtió rápidamente en un centro de innovación social y cultural, donde se gestaron ideas revolucionarias como el voto secreto y universal, la educación laica y obligatoria, y la inclusión de la mujer en la sociedad.

En 1900, el club se mudó nuevamente, esta vez a un lujoso edificio de estilo francés en la Avenida de Mayo 633, construido por José C. Paz. Este edificio, considerado uno de los más suntuosos del mundo, albergó importantes eventos culturales, incluida la primera Feria del Libro de Buenos Aires.
La actual sede del club, en Sarmiento 1334, fue construida por el estudio de arquitectos Lanús-Hary. Este edificio, encargado por la viuda de uno de los integrantes de la familia Duhau, combina la elegancia de la arquitectura academicista francesa con toques de Art Nouveau, ofreciendo un refugio señorial en medio de la vorágine del centro porteño.
Además de su rica historia, el Club del Progreso contiene detalles fascinantes que enriquecen su patrimonio. Uno de los elementos más curiosos es la mesa donde descansaron los restos de Leandro N. Alem durante su funeral en 1896, un mueble que aún se conserva como una preciada reliquia en la sede del club. Esta mesa no solo simboliza un momento histórico significativo, sino que también refleja el profundo impacto de Alem en la política argentina y su legado en la institución.

La biblioteca del Club del Progreso es otro de sus tesoros, que incluye una vasta colección de libros, sumados a los cientos de ejemplares donados por la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú. Este espacio no solo es un centro de conocimiento, sino también un lugar de encuentro para el diálogo y la reflexión.
Un dato curioso y menos conocido sobre la sede actual del club es la supuesta presencia de fenómenos paranormales reportados por algunos miembros durante sus reuniones nocturnas. Según relatos, se escuchan ruidos en la escalera de madera utilizada históricamente por el personal de servicio. Algunos miembros aseguran sentir una «energía de paz» en estos momentos, describiendo la experiencia como si el edificio se convirtiera en una «casa atemporal». Este misterio añade un toque de encanto y fascinación al ya de por sí histórico edificio.
El Club del Progreso no solo es un edificio emblemático por su arquitectura y su papel en la historia argentina, sino también por los secretos y curiosidades que guarda, haciendo de cada visita una experiencia única y enriquecedora.